(...)
Están primero las utopías. Las utopías son los emplazamientos sin lugar real. (...) mantienen con el espacio real de la sociedad una relación general de analogía directa o invertida. Es la sociedad misma perfeccionada o es el revés de la sociedad, pero, (...) son espacios que fundamentalmente, escencialmente, son irreales.
Están primero las utopías. Las utopías son los emplazamientos sin lugar real. (...) mantienen con el espacio real de la sociedad una relación general de analogía directa o invertida. Es la sociedad misma perfeccionada o es el revés de la sociedad, pero, (...) son espacios que fundamentalmente, escencialmente, son irreales.
Hay también, (...) lugares que están dibujados en la institución misma de la sociedad, y que son especies de contra-emplazamientos, especies de utopías efectivamente realizadas en las cuales (...) todos los otros emplazamientos reales que se pueden encontrar en el interior de la cultura, son a la vez representados, impugnados e invertidos, (...) están fuera de todos los lugares, aunque sin embargo sean efectivamente localizables. Estos lugares, porque son absolutamente distintos de todos los emplazamientos que ellos reflejan y de los que ellos hablan, los llamaré, por oposición a la utopías, las heterotopías; y creo que entre las utopías y esos emplazamientos absolutamente distintos, esas heterotopías, sin duda habría una suerte de experiencia mixta, intermedia, que sería el espejo.
El espejo, después de todo, es una utopía, puesto que es un lugar sin lugar. En el espejo me veo allí donde no estoy, en un espacio irreal que virtualmente se abre detrás de la superficie: yo estoy allí allá donde no estoy, una suerte de sombra que me da a mí mismo mi propia visibilidad, que me permite mirarme allí donde estoy ausente: utopía del espejo. Pero es también una heterotopía en la medida en que el espejo existe realmente y en que tiene, sobre el sitio que yo ocupo, una suerte de efecto de rebote; es a partir del espejo como yo me descubro ausente en el sitio donde estoy, puesto que me veo allí. A partir de esa mirada que de alguna manera se dirige sobre mí, del fondo de ese espejo, vuelvo hacia mí y comienzo otra vez a llevar mis ojos hacia mí mismo y a reconstituirme allí donde estoy; el espejo funciona como una heterotopía en el sentido de que torna ese sitio que yo ocupo, en el momento en que me miro en el espejo, a la vez absolutamente real, en unión con todo el espacio que lo rodea, y absolutamente irreal, puesto que está obligada, para ser percibida, a pesar por ese punto virtual que está allí.
El espejo, después de todo, es una utopía, puesto que es un lugar sin lugar. En el espejo me veo allí donde no estoy, en un espacio irreal que virtualmente se abre detrás de la superficie: yo estoy allí allá donde no estoy, una suerte de sombra que me da a mí mismo mi propia visibilidad, que me permite mirarme allí donde estoy ausente: utopía del espejo. Pero es también una heterotopía en la medida en que el espejo existe realmente y en que tiene, sobre el sitio que yo ocupo, una suerte de efecto de rebote; es a partir del espejo como yo me descubro ausente en el sitio donde estoy, puesto que me veo allí. A partir de esa mirada que de alguna manera se dirige sobre mí, del fondo de ese espejo, vuelvo hacia mí y comienzo otra vez a llevar mis ojos hacia mí mismo y a reconstituirme allí donde estoy; el espejo funciona como una heterotopía en el sentido de que torna ese sitio que yo ocupo, en el momento en que me miro en el espejo, a la vez absolutamente real, en unión con todo el espacio que lo rodea, y absolutamente irreal, puesto que está obligada, para ser percibida, a pesar por ese punto virtual que está allí.
FOUCAULT, Michel. Espacios diferentes en "El cuerpo utópico, las heterotopías". Ed. Nueva Visión, Bs.As., Argentina. Pg. 69 a 71